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viernes, 18 de diciembre de 2009


REMEDIO PARA EL EGOÍSMO


Ciertos sicólogos modernos no vacilan en llamar a nuestro tiempo “La generación del ego”. Esta frase intenta describir la actitud egocéntrica del hombre de hoy.

Ciertamente el egoísmo se nos ha metido muy hondo en el corazón.

¡Cuán fácil es llegar a ser miembro de esta generación egocéntrica! Todo lo que necesitamos hacer es concentrarnos en nosotros mismos y olvidarnos de los intereses de los demás. De esta forma lucharemos por nosotros y hablaremos solo de nosotros, sin tomar en cuenta a nuestro vecino.

Esta es la vieja y triste corriente iniciada por Caín, quien, cuando se le pregunto por su hermano Abel, contestó; “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Como diciendo; ¿Qué tengo que ver yo con él? La vida de él es cosa suya y yo no meto en ella”.

Sin embargo, bien se había metido en la vida de Abel, porque acababa de darle muerte. Por causa de su egoísmo y envidia. Caín dio muerte a su inocente hermano, y desde entonces, ¡Cuantas otras muertes, desgracias, y atropellos se han cometido y se siguen cometiendo en todos los rincones de la tierra!

Podemos afirmar que el egoísmo la peor de las enfermedades humanas. Aunque jamás recurramos al medico para combatirla.

En el hogar el egoísmo, destruye el amor y la felicidad. Entre los amigos crea abismos insalvables. En el individuo produce indiferencia y frialdad, y abona el terreno para toda clase de vicios. Primo hermano del orgullo, el egoísmo fomenta también la vanidad, la soberbia y el amor propio e induce al hombre a descartar a Dios de su corazón.

No existe maldad o miseria sobre la tierra que no tenga su raíz en el ego descompuesto de los hombres.

Con razón decía Platón que “La primera y mas noble de las victorias en una persona es la conquista de su propio yo”.

Jesucristo, cuya vida fue una permanente lección de amor llego a decir: “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo y tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).

En el corazón de un verdadero cristiano no hay lugar para el egoísmo. En una vida nacida de nuevo y transformada por la gracia de Dios, solo puede crecer el amor fraterno que se vuelca desinteresadamente en bien de los demás

El cristiano genuino no necesita ser arrastrado por la negra corriente de esta generación egocéntrica.

Oh Dios, quita de mi toda forma de egoísmo y llena de amor mi corazón. Solo así podre ser feliz.